Cristina Fallarás: necessitem persones com tu |
Contundentment
lúcida aquesta entrada del blog "Ellas" de "El Mundo".
Amb
el seu verb, a voltes atropellat, amb la seua indignada interpretació
de la realitat que ens obliguen a patir els què mantenen aquesta
impostura, regira els budells, però el que està passant és per a açò
i molt més.
Mentrestant, jo em vaig al carrer, encara que faça molt fred a Madrid, que segur em reconforta el chacachá del tren de la llibertat.
Mentrestant, jo em vaig al carrer, encara que faça molt fred a Madrid, que segur em reconforta el chacachá del tren de la llibertat.
Rouco
El torturador tiene una caja de herramientas. Ante la hembra a someter, no le cabe duda: empieza por el coño. La romperá. Si es menester, la preñará para comerse el fruto. Si está preñada, la deshará. Manual de torturas, lección #1.
Como
yo soy tonta, necesito que una panda de hombres me diga si debo o no
debo gestar. Como yo soy mala, necesito que una panda de decorosos se
haga cargo de mi cuerpo, y de paso de mi sexualidad. Como yo soy así,
de la zona ramera, puedo sentir el aliento del cura Rouco Varela
entre mis piernas, la fétida vaharada de un macho que afirma haber
renunciado al goce sexual, el hálito pútrido de un hombre cuya vida
va montada sobre una obsesión: el sexo, el suyo y el de los demás.
Y también siento los dedos del ministro Ruiz Gallardón llegando
hasta mi útero, incrustando allí un tierno peluche que empape la
crueldad que mis vísceras rezuman.
Como
yo soy política, entiendo perfectamente lo que estas personas llevan
tiempo queriendo hacer con las mujeres, y por fin van consiguiéndolo.
Se llama tortura. Cuánto lo echaban de menos, los muy clásicos.
Obligar a una mujer a gestar es una forma de tortura. De eso se
trata. Cuánto echaban de menos manejar el cuerpo de la mujer, no de
sus
mujeres, no de las mujeres de otros, sino el cuerpo de la Mujer, así,
en abstracto, en mayúsculo.
El
asesino de guerra tiene un machete. Ante la hembra a masacrar, no le
cabe duda: empieza por el coño. La rasgará. Si es menester, fingirá
una penetración de sangre. Manual de las victorias tácticas lección
#1.
Los
veo arrodillados, en sus ceremonias construidas sobre la
superstición, en sus temblores ante la sangre que representan beber
y el cuerpo que representan comer, arrodillados como salvajes de una
tribu que vuelve a ganarle el pulso a la razón, los puedo ver
sacudidos por la turbación que en las almas primitivas provocan
llagas, laceraciones, sacrificios, heces, muerte. Y ahí, en el
centro de su calentón, están mi útero y mis genitales como una vía
de sometimiento, como el lugar por donde -cualquier torturador lo
sabe- empezar a doblegar a las hembras que no comulgan, el camino por
el que penetrar las órdenes que serán humillación. A las tontas, a
las malas, a las muy rameras hijas del placer y la razón.
Yo
que soy tonta, mala, ramera, abortaré cada vez que así lo decida.
Sus mujeres y sus hijas, que son, estoy convencida, listas, buenas y
castas, abortarán cada vez que así lo decidan. Como ellas y yo y
las hembras que nos precedieron hemos hecho toda la vida. Porque en
este asunto, no es sustancial el hecho de abortar o no, en la
extracción o no de un embrión con mayor o menor violencia, con
mayores o menores garantías. Je, ¿cuándo han supuesto el dolor, la
muerte o la sangre un problema para la Iglesia y el poder? En
la celebración de la barbarie que supone la nueva Ley del aborto lo
sustancial es el hecho mismo de aprobarla, el acto de convertir en
norma la gestión del cuerpo de la mujer, y por lo tanto su
humillación, su humillación, su dependencia y la tortura que sobre
ella ahora podrán ejercer aquellos que se sientan ungidos, amén.
Cuánto
echabais de menos, Rouco, Gallardón, Rajoy y las muy castas hembras
que rebañarán la sangre, cuánto, meter el hocico entre nuestras
piernas, marranos, cuánto echabais de menos someternos por la herida
que acapara todas vuestras oraciones.
El
torturador tiene una caja de herramientas. Se relame. Sabe por dónde
se somete la mujer. Por eso su erección no le sorprende.
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